BORGES, ESE GRAN HACEDOR DE SÍMBOLOS

"El frontispicio del castillo advertía,
ya estabas aquí antes de entrar
y cuando salgas no sabrás que te quedas" J.L.B.






...Ese gran hacedor de símbolos

______________________por Daniel Boromei *

Solo los seres humanos contamos con la capacidad simbólica. Lo que nos diferencia de los demás seres vivos es esa posibilidad de manejar el mundo y las cosas, por medio de representaciones simbólicas. Para nosotros, seres dotados de lenguaje, el símbolo está en el lugar de la cosa, como representante de ella. Eso nos sumerge en el mundo de la cultura y configura nuestro destino. Así, somos determinados por las palabras de otros, aún antes de poder pronunciar una. Y los psicoanalistas sabemos de la importancia de los símbolos para la vida humana. Desde el nombre que nuestros padres eligieron para nosotros, la palabra de nuestros mayores, hasta los autores que leeremos en nuestra madurez, estructuran nuestro lugar en el mundo.
Jorge Luis Borges, quizás el mayor escritor de la lengua española de todos los tiempos, fue un excepcional maestro del manejo de los símbolos. Y aún más, fue un incesante creador de los mismos.
En su literatura, nos encontramos a cada paso con ellos. Para Borges, sus símbolos, nacidos de su fértil pluma, eran objetos que remitían a la idea mítica del mismo. Entonces, cualquier tigre de la tierra, era solo un representante, una copia infiel, del tigre mítico, arquetípico, del mundo de las ideas. Esta concepción platónica del mundo, le dio a Borges la posibilidad de armar en su obra una interminable galería de símbolos.
Así, en un imaginario museo de símbolos borgeanos, seguramente encontraríamos el laberinto (quizás el más importante), pero también el tigre, el puñal, la noche, la pirámide, Buenos Aires, los espejos, el libro y el reloj; entre otros.
En mis cursos, he afirmado que el laberinto borgeano, representa ni más ni menos, que el incesante laberinto del lenguaje. Un laberinto cargado de símbolos (las palabras), en el que podemos perdernos o encontrarnos, en el que ya estábamos antes de entrar y en el que nos quedaremos cuando salgamos; ya que sin duda las palabras sostienen nuestro mundo, nos acercan o nos alejan de los otros y de nosotros mismos. Borges era ese mago-escritor, que secretamente manejaba los hilos de ese laberinto del lenguaje. Porque el uso que él hizo de las palabras, dotándolas de una belleza y precisión inigualables, hizo que él mismo se convirtiese en un símbolo. Porque decir Borges es decir literatura.
Borges se ganó un lugar en el mundo arquetípico, en el mundo de las ideas. Así permanece, como a él más le hubiese gustado vivir: en sus palabras, en su obra, en el eterno mundo de los símbolos. Como él mismo dijo: “Cuando los escritores mueren, se transforman en libros; no es esa despúes de todo, una reencarnación demasiado mala”.
Borges, alquimista genial del lenguaje; sabía que una palabra, dicha en el momento indicado, puede cambiar el rumbo de una vida. Esa es una buena excusa para leer a Jorge Luis Borges.

* Lic. en Psicología. Psicoanalista.
Postgrado en la Universidad de Pittsburgh (EE.UU.).

Especialista en Literatura y Psicoanálisis.

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