LA ETERNIDAD DE BORGES
EN SU PROPIO LABERINTO


fotos: Gabriel Mortarotti




Un monumento para ver desde el cielo, una obra de arte donde los senderos se cruzan hilando tantas historias, como la imaginación quiera crear. El laberinto borgeano, en San Rafael –Mendoza- tiene también su propia historia. Sus causas y consencuencias, trazan un maravilloso cuento de lo posible.


________________________________por Marina Correa

Un vaso de champagne se vuelca ocasionalmente en el vestido de la escritora Susana Bombal. El encuentro inesperado, la cruza con un interlocutor de apariencia tímida, pero encantadoramente culto e irónico. El diálogo fluye, las admiraciones se van develando durante una larga noche de coktail, que más de cincuenta años después, se convierte en el preludio de una historia maravillosa, donde ellos y más protagonistas, se rozan en una mágica conjunción de coincidencias. Aquél hombre, llamado Jorge Luis Borges, sería homenajeado con su mejor metáfora de las perplejidades humanas... un laberinto. La tierra heredada por Susana -propiedad de su abuelo, Domingo Bombal, ex gobernador de Mendoza- la estancia que ella bautizó “Los Alamos”, a 10km de San Rafael, Mendoza, cobija hoy esos maravillosos senderos bifurcados, una perfecta figura que vista desde el cielo, emula un gigante libro abierto al universo, con el nombre del genio escritor.
Los juegos de la razón y el misterio del tiempo, encontraban en Borges una simbología que él testimoniaba con exquisita imaginación. Espejos, máscaras, lunas, espadas, tigres, y laberintos eran sus favoritos. La admiración por sus letras, no se apagó con su muerte, se eternizó. Un día lo onírico de sus fantasías fueron representadas con la misma exquisitez de sus historias literarias. Randoll Coate, un diplomático inglés –que en 1.957 conoció al escritor del Aleph gracias a la intervención de su amiga, Susana Bombal- soñó cinco años adelantados la muerte de Borges, y al despertarse empezó a dibujarle un tributo, le dibujó un laberinto.
Susana Bombal- dueña de otro magnífico y premiado talento literario- fue la primera en conocer sobre ese sueño y homenaje. Borges y su madre, ya habían disfrutado por entonces las tardecitas en la estancia, el sol mendocino atravesando los viñedos. El 03 de noviembre de 1.970, le dedicó a su amiga un poema que empieza... “alta en la tarde, altiva y alabada, cruza el casto jardín y está en la exacta luz del instante irreversible y puro, que nos da este jardín y la alta imagen silenciosa”.
Mientras .... un testigo se hacía eco de la historia, Camilito (Aldao) como lo llamaba Susana, su tía abuela. El joven se deleitaba con la riqueza literaria que su tía iba incorporando a la casa. Compartía su espíritu de habitarla, abriendo sus puertas en un encuentro donde el arte, la cultura, las infinitas voces del tiempo llenaran la casa de una magia, que hoy su familia aún conserva. Cuatro años después de la muerte de Borges (14/06/86), un 04 de noviembre de 1.990 Susana Bombal fallecía. En su velatorio, Camilo le cuenta a María Kodama –viuda de Borges- que existía el laberinto, realizarlo comenzaba a ser su sueño.
Los años transcurrieron, y aunque Camilo era un redactor de lujo para las redacciones porteñas, un día como cuenta su amigo Mauricio Runno en el libro “Unos laberintos”, Camilo (KMY) “fastidiado de la ceguera ajena, se instaló en Los Álamos para salirse del mundo”. El destino lo seguía conduciendo hacia ese lugar, tanto que algún día sus cenizas, descansarían en ese monumento construído, como el mismo dijo “para verlo desde lo alto, sólo divisable a través de la mirada de un águila o de un ángel”. Alguien como él mismo.




CAUSALIDADES

Camilo –con el apoyo de María Kodama y Carlos Thays (nieto del creador del parque General San Martín)- trabajó incansablemente para que el “proyecto” laberinto fuera una realidad. Pero como el mismo Runno cuenta “mordió el fracaso y la indiferencia”, la paqueta sociedad de Buenos Aires, se encandilaba con el proyecto, tanto que todo quedó en una gran ceguera imposible de ver los dones del laberinto borgeano.
Quizás bajo el mismo cielo despejado, de aquella noche donde Borges y Susana cruzaron sus primeras palabras, fue la noche de aquellos primeros meses del 2.003 en el que Camilo y Mauricio, junto a Andrés Ridois y Gabriel Mortarotti, decidieron en una especie de sociedad secreta –que luego abrieron al mundo entero- que el laberinto lo harían ellos. Un día María Kodama ordenaba revistas y una de ellas cayó de sus manos, abriéndose en una nota –casualmente una visita al laberinto de la isla Martín García- cuyo autor le traía gratísimos recuerdos. ¿Qué será de la vida de Camilito? se preguntó la mujer de la blanca cabellera, unos instantes después el teléfono sonó, era la madrugada y era Camilo, contándole que el laberinto se haría y que Los Alamos era el lugar elegido. Todo encontraba un orden, como dice hoy Ignacio Aldao – hermano menor de KMY -, “el laberinto fue develado”, estaba allí, solo había que poner las plantas en el lugar adecuado.

TIEMPO DE SIEMBRA

El dibujo parecía cobrar vida con cada nueva mirada, fue el mismo Randoll Coate, ahora un anciano prestigiosísimo por haber diseñado algunos de los más fabulosos laberintos del mundo, quien les dijo a los amigos de Camilo –que viajaron especialmente a Inglaterra para contarle la noticia-, “trato que el laberinto sea una expresión universal, todo contenido en una sola figura, pero cada vez que lo miren desde sus distintos ángulos, verán algo diferente”. Coate, emocionado por la inminente realización de su obra, decidió incorporar una M, y una K a la figura, María Kodama no podía estar ausente, tampoco el bastón donde el maestro apoyó su cuerpo débil, ni el emblemático tigre, un gran vigía símbolo tal vez, de nuestras criaturas internas y externas.
“Desde que empezamos a arreglar el lugar siento como que todo fluye mejor, hay más aire y me animo con gozo a recorrer sus rincones como cuando era chico”, para Camilo Aldao, la emoción de derribar el bosque seco y estéril anidado en la finca, preparar el terreno donde se emplazaría el laberinto, transmitía una renovada energía que muchos notaban. Cada vez más ilustres y anónimas voluntades, se sumaban al “Círculo del Laberinto”. Carlos Thays –paisajista- Nicolás García Uriburu –artista plástico-y Edgardo Pailos –agrimensor-, fueron de los primeros en imaginar, celebrar, y colaborar para sembrar esa tierra, de verdes senderos.
Fue un proceso casi artesanal, el de los cuatro jóvenes “mosqueteros”. Sin demasiado apoyo gubernamental, pero cargados de una arrolladora fuerza y suma de voluntades, el 31 agosto del 2.003 clavaron la primera de las cientos de estacas que unirían las líneas hasta entonces imaginarias, donde en octubre de ese mismo año, serían plantados, los 7.159 buxus sempervirens, arbusto de origen europeo que conserva su color verde todo el año.

SIN FIN

¿Por qué no hacer una continua obra de arte con nuestra ilusión?, preguntaba Susana Bombal, allá por 1.953. Cincuenta años después, la obra de arte estaba lista para ser admirada. En los casi 7.000 metros cuadrados de terreno (90 por 60 ocupa el laberinto), ya era posible posible leer con claridad la palabra “Borges” y desentrañar el Jorge, el Luis, los relojes del tiempo, un gran signo de interrogación, las iniciales de su esposa, el bastón y el tigre. Solo hay que buscar los ángulos, como dice Randoll Coate. La figura se presenta como un libro abierto, una página se ve reflejada en espejo a su lado.
El 10 de enero de 2.004, Camilo Aldao fallecía. La historia tomaba otro giro, casi como las vueltas del laberinto con el que tanto soñó. Era imposible conocer a Camilo, y no quedar atrapado por la magia de su personalidad, por esa generosidad que lo hacía un ser cargado de dones, un hombre digno de descansar al pie de su sueño cumplido: el laberinto.
Es ahora su hermano Ignacio, quien decidió “retomar el legado”, él y los amigos de Cami, reimpulsarán las siguientes etapas de esa gran obra de arte, que incluía distintos trabajos y actividades, para que pueda abrirse al público en general. En junio de 2.004, el laberinto llegó a Praga, fue en el contexto de la muestra Borges-Kafka, donde se inició la promoción cultural y turística que representa el laberinto, para San Rafael, Mendoza y la Argentina.
El laberinto borgeano, emula nuestras propias incógnitas sobre el camino de nuestras vidas, nos enfrenta con nuestros miedos, nos pregunta sobre el significado de un tiempo, pasado, presente y futuro. Quizá la clave para disfrutar este “monumento con altura”, como le gustaba pensarlo a Camilo, esta en su propia definición... implica elevar nuestro espíritu “aunque sea unos metros, por su propia voluntad y expectativa de belleza”. La invitación está formulada, la historia continuará.

Video : In 2004 this mini documentary was aired in Prague, in the Borges-Kafka exposition.

English version -GO

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece un proyecto hermoso el de ustedes.